martes, 17 de marzo de 2009

La invasión

Un par de ellos me trajo papel y lápiz, quieren que escriba la historia. Por qué me piden hacerlo ahora que soy su prisionero, escapa a mi compresión, me he tomado mi tiempo para empezar a escribir, he pensado en cada posible motivo para su petición. Pensé primero que querían mi historia para burlarse de mí, luego sospeche que un grupo de ellos podrían estar preparando una rebelión, finalmente soñé con seducirlos de tal manera con mis palabras que desistirían de transformarme. No quiero ser como ellos, no podría soportar ser tan hermoso.

-Tus palabras muestran una belleza interna que escapa de nuestra comprensión- dirían -tal vez toda nuestra existencia carece de sentido-. Las ideas los abrumarían, y yo quedaría libre para siempre de su persecución.

Quieren que escriba la historia, y no sé cómo empezar. Tal vez por las frases llenas de orgullo patriótico que repetimos todos en algún momento; entonces repetíamos: "las mujeres colombianas son las más bellas del mundo", y lo creímos. Lo decíamos con la fe con que el papa recita el credo. Y en verdad eran bellas nuestras mujeres, a donde quiera que miraras siempre hallarías al menos una mujer que te haría hervir un poco la sangre y provocaría exóticas fantasías sexuales. Siempre era así.

Tal vez la historia debería empezar a ser escrita desde el dia en que vi por primera vez un angel. Era una mujer un poco entrada en carnes, más bien pequeña de estatura, y de cabello negro, nada especial mirándola a través del recuerdo. Pero entonces no podía dejar de admirarla, todo en ella era provocativo, era la mujer más bella que había visto en mi vida. Y no era yo el único fascinado, todos los hombres heterosexuales sentimos lo mismo, la seguimos hasta que ingresó a un elegante auto desde el que un apuesto hombre la llamaba insistentemente. Nos quedamos de pie, estupefactos y sintiéndonos tan solos como un niño abandonado al nacer. No hablamos, no nos movimos, ni siquiera nos atrevimos a hacer sonido al respirar por un par de horas. Luego el encanto se fue deshaciendo y seguimos con nuestras vidas.

Los llamo ángeles, pero dudo de que tengan un origen divino. Son tan humanos como nosotros, quizás un poco más. O un poco menos. No entiendo cómo es que transforman a una persona en uno de ellos. Nadie lo entiende. Hay maquinas, pero no son importantes, en los días que llevo prisionero de ellos, jamás las he oído trabajar. Pero otros de ellos han aparecido. Son las personas que estaban conmigo en la resistencia. Parecen recordarme vagamente, no lo suficiente para hablarme, pero les basta esa sensación de haberme conocido en otra vida para sonreírme al pasar por mi celda.

Los ángeles proliferaron. Al principio todo fue muy lento y llamativo. Los noticieros enloquecían persiguiendo estas noticias. Si un OVNI hubiera descendido a la tierra y sus tripulantes hubieran decidido dar entrevistas, y tomarse fotos con las personas, estos hubieran sido ignorados. Todo giraba alrededor de los ángeles. De pronto, había al menos una de estas personas en cada bus, en cada calle, en cada fantasía. Eran de todos los tamaños, colores y personalidades, pero todos eran exuberantemente bellos. Soy un poco paranoico, e imaginé una invasión extraterrestre, un virus mortal que hacia a la gente bella antes de matarla, incluso un plan del estado. Huí de la ciudad y me escondí en la cabaña de un viejo amigo. No fui el único, los más inteligentes y los más paranoicos pensaron en hacerlo también. Sólo unos pocos lograron escapar.

No es que quiera escaparme, sólo quiero seguir siendo yo mismo. Me amo profundamente. Pero no quiero huir, es inútil, pase años escondiendome de ellos,uniéndome a grupos rebeldes que hablaban sin cesar y luego eran descubiertos antes de que pudieran ponerse de acuerdo en un plan, o que actuaban de manera estúpida y eran atrapados antes de destruir esa institución o persona a la que consideraban la culpable de todo. El presidente que se inclinaba a la derecha, la iglesia, los quimicos en el agua, los extraterrestres, las ratas de laboratorio, había muchos posibles culpables, solo era cosa de escoger el que uno prefiriera y seguro había un grupo que deseaba matarlo.

El primer grupo del que hice parte fue de lejos el mejor de todos. Teníamos un plan, mandar a aquellos de nosotros que estaban más comprometidos con la causa para infiltrarlos, serían transformados, pero trabajarían para nosotros, si uno solo lograba su objetivo habríamos triunfado. Ninguno regresó a nosotros ni intentó contactarnos. Mandamos primero a los que poseían más fuerza de voluntad, a los segundos los entrenó un viejo militar para soportar la tortura. Los terceros fueron hipnotizados esperando que pudiéramos ponerlos bajo nuestro control de nuevo. Todos los intentos fracasaron. Yo me ofrecí de voluntario para una última misión, fui aceptado. Mi habilidad para dejarme llevar por los métodos de control mental de las sectas, y volver en mi rápidamente al acabar el rito podría haber sido muy valioso. Los capturaron a todos antes de mi partida. Era el vigilante esa noche, los vi entrar, y vi a mis compañeros salir sin estar encadenados, sin que los obligaran con un arma. Todos caminaban detrás de una hermosa mujer de piel oscura. La belleza los rindió. Avisé a los campamentos cercanos con la señal de luz convenida. Nadie respondió. Estuve oculto sobre un árbol hasta el amanecer cuando partí en busca de otro grupo.

Deambular de grupo en grupo fue mi manera de vivir la guerra. No fui el único, otras personas hacían lo mismo. Eramos los mensajeros entonces, nuestros mensajes eran repetidos en cada campamento, en cada célula, para cada persona que tuviera el nombre del destinatario o luciera un poco como este.

Dicen que lo más terrible de vivir una invasión es empezar a ver el enemigo en cada esquina, pero lo más terrible es ver los ojos del enemigo en alguien amado. Mi novia, la mujer con la que esperaba casarme, vino a mí un día. Su mirada no era la suya, parecía la mirada de alguien que no tiene ningún problema, de alguien que jamás los tuvo; era la mirada de los ángeles. Me asustó el ver tanta tranquilidad en sus ojos. Partí con una excusa cualquiera, y entonces no me importó internarme en el bosque, la pensé muerta, muerta la dejé en la ciudad y muerta se quedó para mí. Sé que debe haberse convertido en una de ellos, y la entiendo, tanta paz es tentadora.

Mi deambular me permitió entender que habíamos perdido la guerra desde el principio. Ellos se fortalecían con el pasar de los días; los nuestros desertaban o eran capturados, o se negaban a destruir a los ángeles, jamás vi que uno solo de estos cayera muerto. Muchos de los nuestros, en cambio, se quedaron congelados con el arma en la mano, una sonrisa entonces, o un gesto bastaba para hacerlos temblar de jubilo, y convencerlos de entregarse. O más comúnmente, para llevarlos al suicidio.

Su belleza es proverbial. Sueño con ella casi todas la noches. Uno piensa que se ha acostumbrado a ella, que podría empuñar un cuchillo en su contra, pero cada vez el hechizo parece repetirse. Y uno queda de nuevo incapaz de defenderse, incapaz de pensar o reaccionar. Perdimos desde el principio, no hay manera de destruirlos.

Eramos pocos en el ultimo campamento en que estuve. Nos dirigíamos al norte, la frontera de un pais vecino estaba cerca, pensábamos refugiarnos allá hasta recuperar la fuerza; lo habíamos hecho antes. Nunca llegamos, la noche antes de alcanzar la frontera nos sentimos seguros y paramos a descansar. Vi las luces acercarse, escuché las voces, hice las señales acordadas, y los que aún podían huir lo hicieron o al menos lo intentaron. Estábamos rodeados, la luces provenían de todos los rincones, ni uno solo pudo escapar esa noche. Lo vi todo desde la rama en que me hallaba. Pensé en esconderme, seguir el camino, seguir luchando, me sentí cansado de golpe, y bajé lentamente del árbol, me senté sobre las raíces a esperar. No tardaron demasiado.

Su belleza no es algo visual, el olor ayuda, igual que el oído. El aire alrededor de ellos pareciera incluso saber distinto. Muchas veces intentamos usar ciegos para matar algún ángel, estudiarlo por dentro y descubrir el secreto de su magia. Contrarrestarlo también, de ser posible. La ceguera disminuía el encanto, es cierto. Pero ciegos, sordos, anosmicos, gente sin lengua, todos fracasaron, incluso aquellos que poseían varias de estas características. Fui llevado con los ojos vendados a mi prisión. Me dieron papel y lápiz, me pidieron escribir la historia y no sé por qué desean que escriba. Me pregunto si los nazis hubieran publicado el diario de Anne Frank de saber que existía, solo para recordarse su propio poder.

Hoy es el día en que voy a hacerme uno de ellos, y sólo dos cosas me preocupan. Que al mutar en ellos me pierda, si no existe ese riesgo, por qué me pedirían escribir antes de ser transformado. Y que toda belleza artificial lleva consigo una carga de dolor; una belleza tan perfecta sólo puede nacer de un dolor agónico y largo, sus sonrisas misteriosas sólo pueden nacer de saber que no son los últimos que sufrirán ese dolor. Me pregunto también que destino tendrán mis palabras, ya no sueño con que la resistencia las encuentre, es inútil. Nadie puede luchar con toda el alma contra algo tan bueno y puro, nadie puede resistirse a la belleza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que algo sea bello no implica que sea bueno y/o puro
Muy buena historia

Anónimo dijo...

a mi también me gustó, me parece muy bien escrita.